martes, 6 de octubre de 2009

Acción de la neurosis helada

Escritos reformados
Acción de la Neurosis helada.


OLIMPIA: Se queda impasible escuchando y percibiendo, la micro historia del Oscarcito;

O sea, lo que tarda en llegar lo que trasporta el emotivo, tramite el éter, la parte más dolorosa del ser humano.

En mi sentir doy a ti, aquel desvío en que la mirada te rinde sacro, Olimpia se gira hacia mí, en el concebir más allá de lo que se ve, el dolor psíquico done no hay herida que se cicatriza, el abandono en el afectivo.

Olimpia a la derecha del si mismo, se trasfigura en sentíres que vagan desde el eterno.

En el extravío queda la mujer, con el niño en faja, este llora, se conmueve hacia él, lo aprieta contra su pecho, un astro pasa errante en el espacio sideral, dentro la soledad universal.

Mira a su alrededor busca un refugio, un albergue, una caverna, una posada, un establo, cualquier refugio, pero todo esta cerrado para sí.

Además, tú eres mi luz, mi querer, mi ser, mi tormento, si tú no existiese, yo seria libre, no tendría atadura.
Llora el bebé en su soledad de cuantas madres son abandonadas hoy.

Llora el bebé, che no siente el calor del día, el afecto materno, solo lagrimas caen encima de sí.

Llora la mujer, su vació materno.

El hombre que escapó, la vació del sentir de madre, le robó el instinto materno, cada rayo de humano amor, donde alojó a aquel sentir la ternura de su primera vez.

Vaga en las plazas, y por las avenidas.
Vaga en las vías desoladas de la gran ciudad.
Vaga como crepúsculo en los corredores de los hospitales.
Vaga bajo la sombra de las estatuas libertadores de América.

Sola con el niño en brazo.
Sola con los miedos en brazos.
Sola dentro de un vació que no abarcan sus brazos.
Sola con el peso de su amor prematuro que aprieta contra su pecho, vaciado de amor materno.

Aprieta su angustia, su desasosiego, mira el reflejo de la luz que no brilla.

¿Pero que extraña luz?

No da sombra, no se calienta, no da ni reflejo, ni destello.

Ella esta envuelta en la penumbra helada de la enorme urbe, en la soledad del orbe.

Se asoma desde el puente, alto, sobre el río que atraviesa toda la ciudad, ella con el bebé en faja, se asoma al río vertedero que pasa debajo, sordo a su lamento; acógeme en vuelo tú que eres cloaca.

La desgracia la persigue, ni siquiera el coraje para saltar en al vació, a la nada, estrellarse en el lecho de aquel torrente.

¿Cuanta soledad en medio de una metrópoli puede existir?

El niño llora y ella le crece el ansia, se angustia.
¿De donde encontrar el amor que tú mi niño tienes necesidad?

¿Dónde encontrarlo? Yo que tengo tanta necesidad.

Fruto eres de mi vientre, y de toda forma de luz.

Frío de pequeño, helado de joven, glaciar de hombre, para quien nunca ha sentido una caricia de amor humano.

Ahora lo entiendes, porque no todas las estrellas calientan.

Hace muchos días, ellos vagan errantes, no encuentran morada, no hay un albergue, ni encuentra posada alguna, como anima en pena con las fajas de afecto que se llenan de desesperación.

Angustia que se expande entre los enormes rascacielos que forman la city, que se eleva al nula de su presencia, que puedo hacer, si aún no soy crecida yo.

El joven rostro, tiene profundos surcos que la envejecen a vista, ¿Porque? El tiempo, el dolor, un sentimiento muerto, ha añadido su paso, a la joven madre.

Vaga entre las calles congestionadas de la gran ciudad, tiene frío que le produce la sombra de los rascacielos, una grandiosa opera de la humanidad.

¿Pero, porque tanto frío?

Si es de día, pero, su sentir es helado, se asoma a su soledad las formas de la neurosis helada, ella percibe la enormidad de la nada.

Entre la multitud, deambula en el vacío de la soledad circundante.

Camina, vaga, yerra, ronda sin rumbo, envuelta en desesperación, desasosiego entre los callejones repletos de niños abandonados, viejos abandonados, mujeres abandonadas, sentados sobre el desnudo pavimento, acurrucados sobre envejecidos cartones.

¡No en esta calle no!
¡No en esta plaza no!
¡No en este banco no!
¡No en este parque no!

En la próxima dejare a mi criatura a su suerte, a la merced de la corriente de las aguas del olvido; ¿Cómo a Moisés?

Sé que Dios le dará un destino, él verá por él, él ve por todos.

Cuando se sienta en el banco de la plaza mayor, la estatua del libertador la ve vacía, el prócer esta ausente, come la patria.

Su cuerpo lo siente pesado, muy pesado bajo el peso de sus culpas, la culpa social de una nación que le niega ser.

Un sabor amargo le invade la boca, un sentir de profundo sufrimiento, le da vuelta la cabeza, no sabe dónde esta el sur, y donde esta el norte, se constituye en sentimiento muerto.

Después se levanta, veloz, de un brinco, como arrancarse el corazón en carne viva, sube al carro, el hombre alto, maduro que la toma por mujer no quiere esa heredad, que quede a su suerte en el banco de la plaza a la vista del libertador.

En el vacío de patria.
En la desidia de patria.
En la vergüenza de patria.
En la descomposición de patria.

Pero los leones, son peores, exterminan las criaturas antes de arrebatar a la hembra.
La última mirada antes irse a toda velocidad, las llantas chillan como mil alma en pena, que le arranca el último sentir, se vacían los sentidos, en conciencia autista vivirá el mañana más allá del dolor mayor, a sentimiento muerto.
El ultimo aliento, el último adiós; Lo sabes bebé que tengo que salvarme yo, sino nos hundimos los dos.
Lagrimas no hay, se acabó en el colectivo, entre las calles y avenidas de la enorme urbe.

Corazón de roca en la ciudad de las fieras.

Dedicado;

Sustraído del diario de la China Hung, donde se encuentre, noble luchadora por los derechos humanos...



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