jueves, 8 de octubre de 2009

Dieciséis en aplicación, cero en conducta.

Dieciséis en aplicación, cero en conducta.
***
Cuando se remonta el cerro, alejándose del mar, cuyas orillas los baña el mar de los Caribes. Subir la cuesta te hace sudar y voltear atrás para admirar el mar que cada vez se extiende más, la tierra aún permanece desnuda es seca, semidesértica, las piedras quedan al descubierto, no hay vegetación que las cubra, la tierras es rojiza en algunos lugares amarilla, los escasos arboles son espinosos.
Abundan variedades de cactus, unos ofrecen sus frutos de intensos colores, pero a costa de encajarse fastidiosas espinas velludas que se internan dentro la piel, las espinas se encajan en los pies desnudos o te rasguñan los brazos, la vida en estos parajes es agreste aun en lo social donde el humano es reflejo de su habitad, la brisa marina refresca la piel y deja en los labios su salina.
Hay lagartijas a montón que cruzan rápidamente son de todo tipo, son de variados colores, las iguanas con su perfil arcaico, la primera vez que la vi me espante, habían caído dentro un hueco eran como 20 y me dio terror, me impresione y corrí imaginándome seres infernales, luego con el tiempo avanzando con el trato con las iguanas, las aprecias mejor, son dócil, como arte ingenua prehistórica, son de un verde intenso que limita con el amarillo, en la cabeza tienen una cresta que la da un toque de elegancia real, son mansas si logras agarrarlas en su veloz carrera, Hay también hormigas grandes de color marrón que parece como rojo oscuro llamados bachacos, cuando los observo en su diaria labor parece que tienen la intención de crecer aún más.
El empinado y erosionado cerró. Cuesta escalarlo por el sofocante calor, para alcanzar la antigua vía de tren que llegaba hasta Maiquetía.
Llegaba justamente detrás del antiguo pueblo de Maiquetía, esta piedra azul una hondonada entre dos cerros que un hilo de agua que viene desde las montañas permite que crezca una abundante vegetación.
En estos lugares, son en los que vagamos, cuando decidimos jubilarnos de la escuela, lugares que sabemos por indicaciones de otros que después devienen lugares comunes de nosotros.
De Piedra Azul, salimos a una calle detrás de la iglesia, que esta frente a la plaza de Maiquetía, evoca este ángulo arquitectónico a la época colonial por lo menos a mí, porque me viene en mente una imagen de loa mantuanos apeándose de sus carruajes para entrar en la iglesia.
Por la calle que hace esquina al cine, se baja hacia el puerto, antes pero esta unos de nuestros objetivos; el mercado.
Somos tres, que particularmente siempre vamos juntos; Ríos, Edgar y yo.
Al llegar al mercado actuamos según lo planeado, hemos desarrollado la correcta técnica de expropiación de juguetes para el correcto crecimiento psico-emotivo de los niños. (Con severos problemas de conducta, a los cuales ni el niño Jesús, ni San Nicolás, ni los reyes Magos les dejan algún presente),
El Edgar toma su posición avanza entre lo quioscos yo dejaba caer los juguetes al pavimento, luego me apoyo a Ríos y los recojo introduciendo en una bolsa (Funda) rápidamente, precisos, riéndonos. Sí nos llaman corremos, como los buenos entre reproches y respuestas de grueso calibre.
Edgar tiene una pierna mala por esa razón lo llamamos pata de corchete, y a él le toca distraer, al que comercia con el articulo de primera necesidad para niños, no supervisados por el orden establecido.
Luego vamos al puerto, bueno, vamos no, voy es porque me llevan, ese puerto me trae malos recuerdos, por allí ya he embarcado dos veces y desembarcado una vez, en lo que llevo de existencia,
La emigración gente que viene desde lugares remotos y gente que va a lugares preescogidos, hay un predeterminismo en mi; sino vas a usar el lugar no ir, como espacios de formas existenciales.
Luego pero me asomo al muelle, las grandes naves que me evocan a hábitat artificiales llenas de confort, (Las cosas como las quiere el hombre y no como se los propone la naturaleza) Un olor penétrate a pintura fresca y a peces muertos me sustrae de mis pensamientos, que a la vez me evoca a reminiscencias en paginas de olvido, me viene un deseo arrebatador de abordar y viajar a lugares remotos, allá donde no me alcance mi propia memoria.
Una vez de las tantas veces que escape de casa me compre una mascara de sub y unas chapaletas para entrar en la nave como polizón, pero la cuestión no funcionó y se debe que para muchas cosas para hacerlas, son más complicadas de lo que aparentan, detalles técnicos que escapan a mi comprensión actual, siempre hay algo más que aprender y es como el horizonte mientras más avanzas siempre falta una distancia igual para alcanzarlo, me imagino que así es el conocimiento siempre habrá igual distancia entre lo aprendido y lo que falta por conocer…
Las personas que transitan en estos lugares, tienen un aspecto extraño, transitorios, pasantes, ajenos, siendo ellos de otros lugares su aspecto aún no esta traducido en este.
Luego avanzan en pareja los guardias nacionales con sus fusiles y sus penillas, mirada inquisitoria, amenazante, autoritarios. Por esa razón nos movemos, bajamos a las taquillas de cambios de divisa y pedimos el sencillo de monedas extranjeras y jugamos con ella adivinar a que país pertenece, en algunas logramos leer el país que pertenece, otras están en idioma ajeno a nosotros, de esa manera imagino lugares exóticos, porque la mente siempre debe hallar un lugar en ella a una interrogante o una preposición, sea el que fuere es una cuestión intrínseca en su funcionamiento.
Al salir de la parte techada, el sol recalienta la espalda de manera exagerada, levanto la vista y deduzco que es mediodía, hora de regresar a casa, es tarde. Entonces decidimos colearnos en los autobuses, por la puertas de atrás o por la ventana pues vidrio no hay, el chofer se molesta ¿Pero para que hay trasporte sino se puede usar?
Es muy fácil, cuando los pasajeros bajan nosotros nos quedamos agachados, en el primer peldaño de entrada, hasta que otras personas entren, el chofer trata de vernos por el espejo, pero no logra vernos además debe cobrar a los que ingresan, si el se levanta para echarnos corremos para adelante y tomamos el sencillo, por esa razón entre ver y no ver lo mejor es dejar estar. En el trayecto nos metemos con todos, vamos como se dice vacilando, algunos adultos ríen otros nos enfrentan, pero a ellos cuando le toca bajarse les damos de cocotazos, no siempre la llevamos vencida, otras veces el chofer nos baja con la policía, por eso si vemos a un Tombo (Policía) en la parada, nos bajamos espontáneamente, otros pasajeros a su vez cuando niños, han sido mala conducta, ellos se ríen con nuestras ocurrencia, se comunican con nosotros y nos imponen su seriedad, con ello no hay vacile, simplemente. Como venimos de Maiquetía, a mi toca bajarme de primero, por lo tanto lo hago en un descuido de los míos, sino cobro abundantes cocotazos. Salto del autobús en movimiento burlándome de ellos a la vez que me despido.
Al llegar a casa después de tantas vivencias, empiezan los regaños, pero no por lo de hoy, sino por cosas viejas de la semana pasada, el lio de hoy es que el viento arrojo desde el techo, boletas de citación al representante, bien es solo Martes pero es de la otra semana,
-¿Porque no me lo has dicho?
-Porque son viejas, además hay tengo una para hoy en la tarde, que me dieron ayer en la tarde.
-¡Además!
Quiere agredirme con el palo de escopa e inicio a correr alrededor de la mesa.
-¡Párate sino será peor carajo!
Pararse no tiene sentido porque se pierde la ventaja, esta vida la concibo por meritogracia, sí corro y soy más ágil ¿Porque he de detenerme? ni a la policía me le freno.
Mi madre es neurótica, no tiene mecanismos para frenar sus impulsos agresivos que emergen desde su interior, agudizados por vivir en los teatros operativos de la segunda guerra mundial, además que son problemáticas emocionales que arrastra por generaciones.
Esta tarde no podré jubilarme tendré que asistir a clase con la citación del representante, debería ser solo una cuestión de adultos, ¿Que tengo que hacer yo allí? Absorber sus imposiciones emocionales, la violencia de sistema implícita que ellos aceptan, pero que yo estoy exento, de sus razonamientos de adultos.
Salir de casa para la escuela, de una imposición de sistema a otro queda la paréntesis que es la calle, hay tanto que aprender allí, cuando no hay una pelea que atender, que es casi todos los días, desde la calle se ve el mar ese elemento de intenso azul, su oleaje constante me calma es inmenso, inmensurable, me gustaría ir a pasar la tarde en la playa, bañarme en sus playas prohibidas, que son la mayoría aquí en el litoral central, pero, hoy la problemática es de ultimátum.
Mientras llego a la escuela nos reunimos en la solida lomita debajo una planta de Cují, los demás niños van llegando y aumentando el caudal como los afluentes de un río, con sus camisas blancas, los útiles con sus forros de plástico, que hacen sudar el brazo, caminamos por diferentes senderos internándonos detrás de los bloques que sirven de viviendas, llegando al mismo fin, ¿Pero la vida no funciona de esa manera? Las personas transitan por senderos diferentes y llegan a sus fines pre determinados, el mío ya a mi corta edad me pesa, sustancialmente aunque también me distraigo y juego a las formas infantiles, se que me acecha, hay una constante prueba que me catapulta a las acciones adversas, lo sé por todas las circunstancias que me pasan, tengo que estar constantemente peleando a puñetazos con uno, con dos y muchas veces con más que yo, hay una indicación precisa que soy diferente y por algunas situación se me pide más a mi, en cambio yo hago un esfuerzo para ser normal para pasar desapercibido, pero no lo logro y debo imponerme.
¿Como podría ser un niño normal?
Cada tanto tiempo termino en el hospital por accidentes con fuertes dolores, a veces incluso extraños los dolores no son siempre iguales, la diferencia la hace la intensidad, hay una profundidad en ellos, a veces me arrancan lagrimas, este es mi punto donde no acepto criticas, lloro cuando quiero y al que no le gusta lo entrompo.
Se que no es normal, toda esta vivencia, hay otros niños que nunca pelean, que viven ajenos a todas estas cosas, están sobreprotegidos tienen horarios y compañías que los llevan y traen de la escuela por esa razón son fines diferentes.
Nos reunimos en el patio, antes de que cierren la puerta principal, formamos las filas según el grado y el aula, como siempre hacemos todo lo posible para que la fila no sea derecha, más o menos bien torcida, donde me gano el cocotazo de la maestra, me lo da con el anillo de su graduación, cantamos el himno nacional, y marchamos a los salones respectivos.

Educación sedentaria imposición de razonamiento de adulto, sobre el educando; mientras deberíamos estar corriendo por cerros y praderas, por ríos y cañadas, nadando en mar abierto, observando a pájaros e iguana, jugando a trompo y metras (canecas) gurrufrios o elevando cometas para ampliar nuestro desarrollo psicomotriz, como siempre lo hemos hecho desde tiempos remotos.

Estoy en 6 grado con la maestra Isabel, ella es bastante elástica, dentro de lo que pueda ser una enseñante, además que la mayoría somos mala conducta.
Al verme me saluda con sarcasmo.
-Expósito creo que erraste el camino hoy.
-No, maestra tengo citación de representante hoy.
-Claro tú representante viene más que tú a la escuela.
-Bueno maestra, tampoco es para tanto.
Justamente es la entrega de las boletas con las notas, hoy, que algunas son entregadas a los representante y otras a los alumnos para que las firmen los representantes.
-Expósito ¿Tú boletas de notas se la entrego a tú representante?
-No se la llevo yo personalmente, maestra.
A veces, estoy seguro que la maestra sabe que las firmas, las hago yo mismo.

El intercomunicador anuncia;
-La maestra Isabel, presentarse a la dirección del plantel acompañando al alumno Expósito.
-Maestra no me vaya a mal informar, mire que hice la tarea dos veces esta semana, respondí el examen oral y además hice la manualidad.
La maestra le escapa una sonrisa de lo más espontanea, esta de buen humor me dije.
-Expósito, eso no era una manualidad, más bien parecía un objeto no identificado.
-Es que esa pega, era bien pegajosa y el papel bien caprichoso, pero se veía bien.
-Sí niño muy saludable.
Y vuelve a reír.
Al entrar a la dirección la directora platicaba aunque más bien parecía un chismeo de esos de casa de vecindad.

Al anunciarme la maestra la Cuaima (directora) se vuelve hacia mí.
-Este niño se la pasa peleando.
(Ni que peleara solo).
-Es un falta de respecto a las alumnas.
(Y ellas que me provocan).
-Se la pasa fuera de clase, lo vieron en Maiquetía, en el Lazareto, en Mare Abajo, en Pariatá, con otros asaltando un camión de refresco, también en Catia la Mar.
(Ni que fuera DIOS).
-Hay señora directora, me canso de decirle las cosas, le pego pero no me hace caso.
-Disculpe (interrumpe la maestra) el niño es inteligente, en los examen orales responde a todas las preguntas, debe haber alguna problemática que le molesta, usted debería ser más comunicativa con su hijo.
-Pero hago todo lo posible.
(Lo único que hace es pegarme).
-Maestra Isabel, regrese a su aula con el alumno, que tengo una conversación con la señora.
Allá las dejamos a las dos con sus chismes.
-Bueno, expósito no puedo hacer más, esta semana vuelves con las mismas notas 16 en aplicación cero en conducta.
-¿Más o menos cuando da eso?
-¡Hay! Expósito, da malo ¡Chico!

Desde ese entonces sabia que la vida no me iba hacer descuento, tanto que al contrario de la opinión general cero en conducta era un elogio, pues para obtener nota buena, (o sea mediocre) hay que estar sentado en el pupitre como un robot, ciego, sordo y mudo a sus mandatos, en cambio para la nota del cero, hay que ganárselo haciendo muchas cosas que no son fácil de que salgan mal y de recompensa el castigo físico a punta de correazos.
Además en clase tenia un gran problema, siendo la mayoría mala conductas, había uno en especial que habíamos peleado varias veces, pero mientras todos teníamos 12 o 13 años el tenia 16, era más alto del normal y había que enfrentarlo a peñones, al Muñoz.
Al salir de la escuela los niños retomábamos nuevo vigor, salíamos de ese estado de sumisión impuesta, y como bandas de pájaros nos agitábamos y nos separábamos poco a poco, unos se van juntos, otros se aglomeran en la esquina de la escuela, y se forman subgrupos, estos se retan entre sí a la final me toca pelear.
-Agárrame la camisa y los cuadernos (o lo que queda de ellos) ¡Edgar!
Me cuadro con los puños en alto, la mirada clavada en los ojos del otro, allí se pierde la pelea, si no eres capaz de mantener la tensión, el primero que baja la vista, claro que no es definitivo el contrincante a veces baja la mirada para que no le entiendas que golpe va a lanzar, mientras algunos mayores que nosotros nos incitan a pelear. Nunca se gana por completo, debe ser muy novato el contrincante, pero la suma de los recibidos deben ser superior a los dados, de esa manera te declaran vencedor, pero los golpes dados le duelen a él, ¿Los recibido me duelen a mí donde es la ganancia? A veces te caen a gallapa siendo ellos más recibes golpes de todos lados, ese día te retiras bien aporreado, pero con la moral por lo alto, los próximos días cuando los encuentre les peleo uno a uno, les gano porque hoy ya han demostrado cobardía.
Llegando a casa después de detenerme a realizar algunos juegos como trompo, jugar barajitas, metras, etc, y tratando de olvidar que ni siquiera me quería imaginar lo que me esperaba en casa, seguramente por lo bajito una cueriza de esa de Pedro Moreno que quita lo malo y pone lo bueno. Pero al llegar a la calle me calmo al ver que el carro no está, quiere decir que llegará tarde después de la 11 p.m. cuando finaliza el turno nocturno ya que es profesor. Pero entrando en casa recibo un ataque de escoba, la cual esquivo con marcas de campeón, pero atrás van las amenazas de duro castigo cuando llegue el padrastro seré azotado.
Me cambio de ropa, rápidamente, es la época de los vientos, así que los demás niños van a elevar papagayo (Cometa), desde la calle de arriba veo como en todas las lomas del litoral central hay cientos de papagayos elevados con lo más pintorescos colores, el mío lo preparo en sociedad con otros, no soy tan bueno en manualidades, se me pega mucho el papel demasiado en el pabilo, la cola la hacemos de tela de algún trapo, en la punta le ponemos una quilla hecha de hojilla para cortarle el pabilo a los demás, es una guerra aérea y me gusta cuando lo papagayos se van a la hila, cortado por un golpe certero de un papagayo que se remonta luego cae como en picada a cierto punto lo hala, el remonta y la cola hace las veces de látigo enchancha y luego al llegar al final la hojilla corta el pabilo, la carrera inusitada para recuperarlo entre espinas y cardos, sobre techo y arboles al borde de quebradas y cañadas, mientras otros lanzan las atarrayas (Dos piedras amaradas para enlazar a las cometas y traerlas de vuelta a tierra).
El papagayo (Cometa) se remonta con el viento por encima de los cerros desnudos, de tierra seca y pedregosa, se ha ido a la hila, ¡A la hila! Gritan e inmediatamente me embarga un sentimiento de libertad, los demás están molestos, porque se perdió, yo no digo nada, pero me repito se liberó uno y lo veo volar sin estar sujetado a nada.
Muy de mañana, antes del amanecer se lleva el maíz que se dejo de remojo desde la noche anterior al molino, la cola es grande, pero el molino es eléctrico y muele velozmente, formando una masa con que se hacen las arepas que son muy apetitosa, su olor con cocinando que se desprende sobre el budare con mantequilla y el aroma del café con leche, dan inicio al nuevo día y es cuando siento como en el ambiente algo mágico, pero es solo un instante, junto al canto insistente del gallo y las risas de las vecinas.
Me voy más temprano, diciendo que tengo que terminar la tarea, pero la realidad es que quedamos en ir para la playa la de Mare Abajo, mientras llego a la esquina un grito me alcanza que rompe la quietud de la mañana.
-¡No te vayas a jubilar hoy! porque voy a la escuela en la mañana para vigilarte.
Me volteo hacia la casa, mi madre sobre la escalera; ¿Que comerá que adivinas? Me gustaría no regresar más pero todos mis tentativas de fuga han sido vanas, unas veces me encuentran, otras me regresa la policía, otras veces me regreso yo.
A mis compañeros, me los encuentro en el cruce de la avenida, donde inicia el Liceo José María Vargas, de allí nos encaminamos hacia Mare Abajo, mientras nos acercamos al mar.
Observo que las playas del litoral central, son como la tierra que lo circunda, la mar brava, llenas de resacas y remolinos, que al improviso se chupa a la gente, las olas llegan de repente y te revuelcan, llenas de piedras y arrecife de coral, que aún que te vaya bien te cortan, las playas son sucias, un hábitat agreste, rudo, hostil; más o menos como es la gente que habita por aquí.
Mare Abajo, es feo en todo, hasta el nombre no me gusta, las casas están mal hechas, no hay acera y la calle llena de basura arena y piedras, los quioscos de ventas de comida, son grasientos y mal oliente, la playa para bañarnos, solo con verla es un desafío, las olas chocan con dureza contra los arrecifes, una y otra vez como queriéndolo quitar. Nos bañamos en una poza formada por el coral y no podemos salir al mar abierto para nadar, pero la diversión es espontanea en los niños, aunque tenemos que estar pendiente de nuestras pertenencia porque nos las roban, aunque los choros (ladrones) no se despiertan tan temprano.
Pasamos horas surfeando con las olas que logran pasar la barrera.
-Hubiéramos ido hasta playa verde, allá las olas son más continuas.
-Muchas ganas de caminar, esta, está mucho más cerca.
-Vamos mañana, ¿Cuál es el problema? Ni que fuera a moverse de allí.
-Bien ya tenemos algo que hacer mañana, me voy a comer una empanada.
-¿Tú solo?
-Claro ni que hubiera nacido acompañado.
-¡Invita rolo de pichirre!
-No Joda pues ni que fuera tú mamá.
-Salimos juntos y tenemos que convivir, no te vayas de rompe grupo vale.
-Sta, bien pues, bájense de la mula ustedes también con lo que tengan, cero caleta.
El puesto de las fritanga lo atiende la negra Rosaría, que con un cartón atiza el fogón y con el mismo se da aire de abanico, mientras nos acercamos la oigo discutir, pero aquí no se sabe cuando las personas discuten o vacilan.
-Mira desgraciado depravado, homosexual buscando niños, ¿No te da pena?
-Que voy hacer Rosaría, estoy ¡Hecha así!
-¿Que vas hacer? Vete con los que están enfermos como tú, en vez de contagiar a los niños.
-¿Pero que mal hago?
-¿Qué mal haces? Que los amarriqueas como eres, estas, mal hecho mijito, si fuera gobierno a palos lo sacaría de aquí.
La escena en Marea Abajo es normal, vienen los depravados desde Caracas a pescar menores de edad y contagiarlos con sus mariqueras, a nosotros como andamos en bandados no se nos acercan, buscan a los solitarios, a los que no se integran a la moral colectiva, son formas que nos protegen, te forman duro contra la adversidad, contra los males que te acechan y se visten como cosas buenas.
A veces lo malo es lo que te fortalece, lo bueno no solo no te forma, te debilita.
Mientras el pervertido o pargo como lo llaman por estos lados, nosotros nos acercamos, ella se vuelve hacia nosotros mirándonos fijamente, se que nos dirá algo y yo la siento con afecto de madre.
-Miren niñitos, no se dejen convencer por esos diablos con la cola pa´lante, sean hombrecitos, amárense los pantalones bien arriba, que siempre es preferible un hijo ladrón que maricón.
-Claro que sí doñita, nosotros somos es varones. (Dice Ríos)
-Nosotros no caemos en esas zoqueteadas Doña Rosaría. (Dice Edgar).
Mientras ella nos da las empanadas en papel que toma de un saco de papel de los que trasportan la harina, a mi la escena me quedó fija, como lección de vida, que es diferente es la escuela de la calle; que te enseñan cosas útiles de acción inmediata a la escuela formal con sus cosas inútiles. La malicia que me enseñan en estos lados, agudiza el ingenio para quien te viene a engañar.
-¡Este mundo carajo! Esos depravados, corrompiendo menores y el gobierno que no hace nada.
Dentro de la moral colectiva, esa conducta esta mal, por eso que cada quien marca su hombría, como puede, de esa manera aprendes a formarte a una propia moral, donde carácter y voluntad predomine sobre las emociones.
Nos retiramos a donde teníamos nuestros uniformes a vestirnos, la sal en nuestra piel hace que la tela de los pantalones las sientas como cartón, luego caminando vuelve a la normalidad.
Me despido de la negra Rosaría, que la presiento como demostración de la sabiduría popular, caminando por la vía que nos lleva a la avenida de cajón la conversación se va hacia los homos.
-Ellos te dan dinero si le haces el favor.
-¿Sí? Pero después se te pega la amaneradera.
-El que va con ellos, también se vuelve así.
-¿Se pega? Es contagiosa.
-Claro que es contagiosa, ¿Sino de donde crees que sale tanto bicho raro?
-Sí se multiplican porque uno convencen a los otros, y el que es débil de mente cae en la trampa de ellos.
Debe ser este calor que corrompe, esta vida llena de contradicciones. ¿Pero que sentido tiene ser algo que no se es? ¿Imitar el comportamiento de una mujer, si no se es?
Subiendo después de la avenida nos cruzamos con la Morillo, ella tiene el cabello negro, negro azabache que le brilla al contacto con los rayos del sol, y es trigueña clara, los ojos achinados y es de la s que te quita cualquier duda, porque es irresistible, va siempre cuchicheando con la Yaritza que es de pelo bachaco pero de piel bronceada.
-Muchachos la directora pregunto por ustedes.
-¡Sí que emoción!
-Préstame la tarea.
-¿Y sino te la presto?
-Te meto mano.
-Atrévete y se lo digo otra vez a la directora para que te expulsen.
Luego cedieron los cuadernos y copiamos como pudimos, entre risas y manoseos, insinuaciones y reproches, al final la Morillo se dejo dar un beso.
-Con ustedes no se puede, se le hace un favor y piden lo que no deben.
-Ja, Ja no te gusto, no.
Se fue molesta, ondulando su cabello color azabache al viento, como para quitarle la mariquera a un batallón de gay.
Este detalle de copiarnos la tarea, fue el que me salvo en casa, pues lo presente como prueba de mi asistencia.
-¿Y porque estas así de bronceado?
-Hoy tuvimos gimnasia.
-Ve hacer la tarea que ahora te la reviso.
-Pero tengo que ir a elevar papagayo (Cometa).
-Después de la tarea.
-No joda todo el día en clase y de paso aún hay que hacer la tarea, ¡quién habrá inventado esa vaina!
-Sin chistar porque te pego.
La tuve que hacer, por cierto bien supervisado con la correa en mano.

Educación represiva verdadera violencia de sistema sobre el educando.

Al día siguiente trate de ver a la Morillo, pero me encontré solo a la Yaritza y le di el cuaderno para que lo llevará a clase.

-Hay Catire ¿No sé porque tengo que hacer esto?
-Porque; las mujeres nacieron para hacerle la segunda a los hombres.
-¿Quien dijo eso? Esos son inventos tuyos.
-A pues lo ves, vas a la escuela y no aprendes.
-De esta manera, eres tú el que nunca vas aprender, Expósito.
-Todo el mundo lo sabe, a ustedes las hicieron porque nosotros le dimos unas costillas.
-Que fantástico eres, no te lo crees ni tú mismo.
-Como no, lo vi por televisión, en la universidad estudian con sistema a distancia, eso de la escuela ya fue superado.
-¿A distancia?
- ¡Sí! o sea, mientras haces otras cosas, te lo valen como asistencia.
-¿Sin ir al plantel?
Me alejaba cuando me dice a lo lejos.
-La Morillo dice que esta tarde pasa por aquí.
Eso lo sentí bien en mi corazón, sabia que en toda esa ricura algo había para mí.
-Bien me copiare la tarea otra vez.
Ese día decidimos irnos a comer frutas al Lazareto, el sendero esta frente a la escuela, al otro lado de la avenida, después de cruzar un pequeño puente, empezaban los conucos (Huertos), ellos los internados rara vez se asoman y cuando en el camino se topan con uno, se paralizan como si tuvieran un impacto, nosotros pasábamos como si nada haciéndolos que no los veíamos.
Pero con lo poco que los veíamos, se parecían a monstruos, eran deformes en la cara y en las manos, pensábamos que eran gente mala,
Recuerdo un día a un hombre que trabajaba en su conuco, nosotros llegamos por la vereda, el no se percató, yo me quede petrificado mirándolo.
¿Qué habrá hecho? ¿Por qué DIOS permite algo así? La verdad que a DIOS se le pasó la mano con ellos, de castigo y todo, el propio ensañamiento.
Luego salimos de la vegetación al claro, la casa hospital donde curan a los Lazaros, esta cerca de la pista de aterrizaje del aeropuerto, ellos se sientan afuera a tomar el sol y ver a los aviones aterrizar, De las cosas terribles de la vida, estaba daba horror.
Ese día estábamos sobre un árbol, comiendo ciruela de huesito, cuando un leproso se nos acerco a reclamarnos el porque nos comíamos sus frutas.
-Todas esas ciruelas las toque con mis manos.
Y nos alzo las manos, eran como fundidas solo quedaba algún dedo y lo demás era muñones.
-Ahora se van a contagiar.
Las soltamos y nos lanzamos del árbol corriendo como pudimos, hacia la avenida.
-Nos jodimos ahora vamos a ser como ellos.
-No le creas lo dijo para asustarnos.
-Guillo, no vuelvo más a ese sitio.
-Ja, Ja, tremendo varones enseguida agarraron miedo.
Cuando llegamos a la avenida, había una batalla entre los estudiantes del liceo José María Vargas y la policía con carros incendiándose y humo lacrimógenos que nos aguarrón los ojos, los pelotones de policías rodeando a los estudiantes.
Miren lo que nos espera el próximo año, si no nos aplazan estaremos en el liceo,
-No, yo no iré al liceo, mi padre me pre-escribió en el licenciado Aranda (Edgar).
-A mí en la técnica industrial. (Ríos).
Me sentí mal, son los caminos bifurcados que se abren delante de nosotros, que nos separan por sendas predestinadas divorciada de nuestro querer, luego de tres años desde el 4 grado lo que augura que la vida tiene su propia dinámica.
Yaritza y la Morillo nos esperaban cerca del bloque, conversando nos hacían pregunta de que hacíamos en la calle todo el día, y nosotros les contábamos con lujo de detalle todo lo que nunca había acontecido y ellas se maravillaban.
Aun recuerdo el brillo en la mirada de la Morillo, sentía por ella cosas que aun no habían nacido en nosotros.

-Ustedes, ¿Donde van a estudiar el próximo año?
-En el licenciado Aranda, queremos ser secretarias.

No te digo yo, esta vida lo que hace es llevarte la contraria todo el tiempo. En ese tiempo creía que los niños éramos niños desde siempre y los adultos eran así desde siempre, eso de crecer no me cabía en la imaginación aún,
El examen final estuvo duro pasarlo, teníamos las peores notas jamás existidas en esa escuela según la directora, la maestra Isabel con su sonrisa, me decía que todo no estaba perdido, algún apunte me lo dio la Morillo y la Yaritza me corrigió alguna tarea de aritmética.
Pero una cosa es cierta al mala conducta es mejor promoverlo, de esa manera se quitan esa problemática y lo mandan a otro plantel.
La maestra Isabel me llama aparte en el examen oral saliste muy bien, el escrito con lo poco que pudimos entender esta bien, ahora tienes que hacer una manualidad entiendes.
-Escucha bien caricito, es tú última oportunidad para no ser aplazado.
-Sí maestra, ¿Que hago?
-No sé toma una botella y pégale recortes de papel de revista y haces una composición.
Fue arduo el recortar el papel y la pega que enrollaba todo, hasta que termine sin entender el fin práctico, salió bastante bien en lo que cabe la definición. Las tres pruebas dieron 18 en oral, 14 en la prueba escrita y 12 en la manualidad en total 16 en aplicación, la conducta pesaba pero la directora no la toma en cuenta, con tal de no vernos el próximo año.
El día de la fiesta fin de año nos encontramos por última vez la banda de los 007 como nos llamaban. Para celebrar, decidimos no ir a la fiesta de fin de curso que daban en la escuela, como buenos antisociales, ese día reunimos más de dieciocho compañeros, camino a Maiquetía, nos dedicamos a asaltar camiones de refrescos, revistas de comiquitas, juguetes, golosinas, fue un verdadero saqueo de ida y de vuelta. De regreso nos pusimos a dividir el botín, cerca de un abasto, y allí había una radio encendida, donde un grupo de mayores oían música. La radio de vez en cuando, detenía la emisión de música para trasmitir un extra de noticia en forma alarmante.
En eso todos prestaron atención.
-¡Extra! ¡Extra! del informador la Digepol (Policía) acaba de apresar una banda de atracadores, cuando asaltaban el banco Unión, en una intensa balacera, donde murieron dos hampones, y tres quedaron heridos que están siendo atendidos en periférico de Catia.
-El informador tomó declaraciones a uno de ellos.
-¿Dígame como empezó usted a robar?
-Cuando era pequeño, golosinas, refrescos, robaba cambures (Bananas) que los abastos guindaban los racimos afuera,
-Usted, hoy que esta mal herido ¿Se arrepiente?
-Sí.
-Que consejo le daría a la juventud de hoy.
-Que estudien, de no ir con malas compañías, que le hagan caso a sus papás.
Todos escuchamos el relato, para mi fue promisor, con fundamento en el advenir.
Edgar dijo; Eso no me va a ocurrir a mí.
Ríos dijo; Le pasa por Webones.
Yo no dije nada, me quede solo mirando el futuro, ese relato era mío, pero me dije; Prometo que jamás me voy arrepentir, esta vida la vivo para adelante para lo que venga.

Al día siguiente; Fin de año escolar 1968 de la Escuela Eugenio María de Hostos, nos reunimos en la escuela y la saquemos, rompimos todo lo que pudimos, derramamos la tempera de vivaces colores, abrimos el armario metálico de las maestras y botamos todo al piso, de esa manera nos descobramos la violencia implícita de sistema que por 6 años nos acosó.

Los meses de vacaciones, fueron de cambios nos mudamos a Playa Grande, la urbanización era de veraneo, hay pocos que viven allí, por esa razón la pase bien, tan bien que era bien malo y solo, no había un alma y el sol era implacable que hacia más desolado el paraje, tanto que cuando empezaron las clase me alegre.

Cuando llegue al Liceo José María Vargas, estaba desorientado eran pocos los conocidos uno de ellos era Mata con el que pelee varias veces unas las gane otras me di creo que al final quedamos tablas.
El liceo es extenso, tiene arboles jardín botánico, arboles de almendrón una edificación de tres pisos, canchas y campo de futbol, aunque en vez de césped tiene espinas, detrás esta la calle que lleva a la playa de Mare Abajo.
No había una maestra sino materias con diferentes profesores, esto la volvía impersonal que me alejaba aun más de la educación formal.
Un día de esos vitales para el normal curso de la existencia, un amigo me convoca y me invita a pertenecer al partido comunista.
Como siempre cuando no tengo nada bueno que decir le respondí que sí, sin saber cosa era, ingrese como activista. Con el brazalete rojo y las siglas de la J.C.V. (Juventud Comunista Venezolana) además de la boina roja y las latas en que recogíamos los fondos.
En las tardes calurosas de la Guaira entrabamos a la vieja seccional del partido y nos sentábamos a asistir a las clases de adoctrinamiento.
Una cosa en especial me quedo grabada; “La conciencia de clase” aunque por muchos años la tuve presente, no logre conceptualizarla hasta hace poco.

“Es aquella acción mental en la que el individuo se eleva a una iluminada conciencia, donde elimina los beneficios materiales personales e individualismos para consagrarse al bien colectivo para el desarrollo y el progreso de los pueblos.”

Fue por aquellos tiempos que me divorcie completamente de la educación formal que la definí;
Como la educación impuesta para hacer del hombre un ser servil al servicio de la sociedad de consumo, para fortalecer una clase dominante, mediante el condicionamiento socio-cultural.

Aquella edad los 14 años, hay un despertar en todos los sentidos a las compañeras, que antes excluías de tus juegos ahora las incorporabas, las atracciones que antes no sentías, se volvían esencia del ambiente.
En las horas libres, la costumbre era caminar alrededor del edificio, algunos en una dirección otros en otra con las compañeras intercambiábamos miradas cuando nos las cruzábamos en el extremo norte del Edén, entre el árbol de la ciencias del Bien y del mal y aquel de la vida eterna, sonrisas, aromas, destellos de miradas, perfumes con fragancias y esencias de aquellas flores y arboles de colores intensos en el trinar del ruiseñor.

Algunos años después cuando fui apresado, soporte la paliza que me dieron en los calabozos de la policía, las palizas colectivas en prisión, lo sucio de los calabozos, lo insalubre de la cárcel, cuando llegue al retén donde ni el diablo mete la cola, tuve que probar de lo que estaba hecho y a puño o a chuzo marque mi espacio, ni un paso atrás, ni un paso adelante, entre a esos espacio angostos, donde el ser se prueba a si mismo, entre como un varón y salí de hombre,

En esos espacios de fuerte hacinamiento enfrente a la soledad.

Entendí el porque de mi niñez, lo que me enseñaba la maestra vida, solo eran herramientas rudimentaria para enfrentar el advenir.
Soportando para seguir entendiendo.
Entendiendo para seguir comprendiendo.

Sí no estamos a caso en la vida, hay una conciencia superior que fragua nuestra existencia.

Sustraído del diario del Edgar de la Guaira, un compañero de asuntos infantiles.

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