jueves, 8 de octubre de 2009

Distancias entre miradas

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Sí, aun recuerdo el sendero, sucedió hoy como ayer, para decírtelo sinceramente; sucede muy a menudo.

Me detengo y miro en alto, hacia la cornisa, donde descansa la ventana, luego no puedo evitar de mirar aquella ventana con elegantes arcos góticos con sutiles líneas que realizan una arquitectura admirable.

No puedo detener aún mi mente, no puedo crear la nada dentro ese espacio, no puedo recabar el nula de esta circunstancia, son como decires indelebles de rasgos inexpresivos.

Sabes, aun no he podido concebir aquel poema que debería ser el mas elaborado, donde la exaltación de mi sentir hacia ti llegará a formarse en forma de prosa en que el sentir llegara a tal punto de exaltación de este amor que por ti profeso, que fuera la obra humana donde quedará impreso todo en lo superlativo.

De lo que pueda expresar un hombre hacia una mujer, la cuestión deriva en que no he podido elaborar aún la palabra perfecta, que sea la única que pueda resumir belleza, sentimiento y estética en un solo término.

Tú forma es una imagen perceptible, una imagen indeleble que se asoma de continuo, que dispensa profundas miradas de memorias remotas.

Luego continúo dentro de aquellas calles estrechas construidas de piedras talladas, esculpidas por manos, el cincel, el martillo y el tiempo; que le dieron formas al rectángulo, que entraron en geometría que concluyeron el plano.

Las largas piedras, sus lisas faz que el caminar del tiempo, del pisar de las personas alisan de continuo la piel como una caricia. Son historias que residen en nosotros, son momentos que se revocan a ellos mismos, son situaciones que exprimen un sentir puro, ingenuo, que idealiza acciones que no son trascendentes, efímeras como el soplo ligero del viento caliente de verano.

Aun vago sí, por estas calles de laberinto atrapado entre tú amor y la brusquedad de un nuevo término, lo ves como soy capaz de definir el sentir forastero a tus recaudos de deseos.

Son sentir evocados de otras épocas, estoy seguro que vuelven a mi por imposiciones de estos muros de arquitectura militar, que descienden desde la fortificaciones romanas a todos los estilos que las diferentes épocas se han superpuestas a las originales.

Se han ideado, aún tú ventana gótica fue abierta en tardo periodo barroco, desecho el tiempo tú muralla fortificada, tú alta ventana del palacio imperial marchan a depositar sobre versos de poesía en que proponen en si toda la melancolía, de épocas románticas, ya en el ocaso de la humanidad que se materializa a formas y costumbres globalizadas.

No puedo evitar de versar, estrofas sobre sentires distantes, como no puedo evitar de mirar esa tú alta ventana de gótico renacentista, como no puedo evitar caminar en la soledad de estos laberintos, en que atrapado por los siglos, vago en pos de tú forma de mujer ideal, para elevar el sentir inconcluso de un vivir guerrero.

Es antigüedad, que se percibe en las parejas que ajenas aquella lejanía de amor tardo correspondido, viven escenas propias de sentires recíprocos, que evocan gestas pasadas entrelazando tiempos y épocas de tantas regeneraciones.

De nuevo el tiempo regresa con sus fechas, abriendo espacios dentro la nada, en el invierno helado de la cornisa, de la ventana, descienden unas estalactitas formadas gotas a gotas, formas heladas, sentires fríos, intensos pensamientos, de noches remotas que arropan a la humanidad, sí me es difícil aceptar esta época.

Son las historias de caballería, que están escritas sobre estos altos muros que evocan gestas épicas, formas heroicas del vivir en el arrojo. Hombres de gran coraje combatieron delante las puertas de la ciudad para defender y ampliar el reino.

Mira, ¿Lo ves? Está escrito allí sobre la desnuda piedra incrustada en los antiguos muro; “Por la religión, por la ciudad, por el rey.” En un intento extremo por sobrevivir a los ataques de los infieles, a los saqueos, al rapto de las doncellas, gestas que evocan al romanticismo épico.

Quizás, en un intento en que simplemente se probase, el arrojo del hombre delante la inmortalidad, donde el acero no es capaz de cortar este aliento de vida.

Luego me sumerjo en el cotidiano, abandonando la magia de aquellos muros que fueron erigidos con el esfuerzo de generaciones para abrigar la seguridad de sus familias, la seguridad del vivir propio.

Son las épocas y sus cambios unos muros se erigen, otros se abaten, de donde se dibuja una ventana hacia el espacio externo, para ver más allá de las fosas de protección, para vivir a campo abierto, cuán peligrosa, es la existencia para quién decide vivir fuera de los muros de sus fortificaciones. La piedra sustraída a la tierra, tallada en sus formas, edificada piedra sobre piedra, formando bóvedas, cabeza de ángulo, como columnas en mantén de estructuras, de las altas torres vigías de muchas civilizaciones.

Sin son sentires distantes, son épocas inconclusas, son memorias que revocan todos los periodos históricos que nos toco vivir, en realidad no sé porque me equivoque de época, en el extravió de los tiempos. En esta no hallo tino, las costumbres se pervierten a vista, la imagen de mujer es bajada a formas de objeto, a usa y vota, no hay lugar a la elevación del ideal, a la formación del hogar.

Subsisten formas alejadas, hechos individuales, como los míos para oponerse a esa avanzada arrolladora en que la globalización expropia la identidad de los pueblos, constituyendo al hombre amorfo, al ser consumo, atrapado en una razón mecanicista, reducido a acciones de acto reflejos, se pierde el horizonte.

Formando hechos y transculturización, donde el propio bagaje cultural es identificado como retrogrado, superado, por quienes imponen condiciones de vasallaje a quienes forman la avanzada del ser enlatado.

Para la formación del hombre individualista, al ser autómata de producción y consumo, al servicio de los oligopolios, de formas oligarcas que sustraen el benéfico individual, el enriquecimiento ilimitado.

Somos ajenos y a la vez participe, de los hechos y circunstancias que como agua de manantial corre delante de nosotros, de eso deduzco que el agua, es un invento del tiempo para reflejarse en ella.
Luego, después, subo por la calle empedrada que su fin se pierde en el horizonte de la humanidad, llevando conmigo las interrogantes que envuelven cada época.

Como acción póstuma de quien gobierna desde el éter, de ello se advierten cambios y presagios en esta realidad.


Una incisión

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