jueves, 8 de octubre de 2009

Petalos de roca

Pétalos de roca

En los tiempos que me aparte de mi, interpuse lejanía, sentir espaciado como letra mayúscula que se expande en forma circular.

De las acciones que proponen al hombre, hacia la razón propia
De las acciones que forman al hombre, en el discurrir de su imagen.
De las acciones que embargan al hombre, donde el brebaje borra su ser.

Analogía con realidades adversas, proponen aceptación en espacios inconclusos, de la búsqueda, de la premonición, del precepto al fin el hombre se vuelve sobre su divinidad.

De cuanto es dura la roca, de cuando es inoportuno creer a primera vista, de cuando cada sombra es autónoma.
De las fundaciones que se erigen para perduran a través de las épocas.
De las edificaciones que fomentan la angustia en no perecer en el olvido.
De las obras faustuosas para abrir ese margen que no lo borre de si la memoria.

De ello es inmune el caminante, que vaga por vía que le preceden, que vierte sobre el camino, una su sucesión de imagen que vaga hasta el confín, le da vértigo el límite, se narra así mismo como en épocas de Homero, no puede fallecer porque carece de arraigo.

Hace frio en la estación y delante los rieles espera el silbato, el chasquido del acero sobre el acero, ajeno de vuelta a la ciudad, no se admite así mismo.

Por la certeza de que el cementerio le ha negado el acceso.

Al hombre que mira el reloj, los hombres que se afretan en llegar, las mujeres que miran de reojo el minutero, le angustia llegar a la coordenada mientras el segundero avanza inexplorablemente, al punto limitado por un sentido circunstancial temporal de si.

Las pisadas del pie al desnudo, queda marcada en la arena mientras las olas vienen y van, certeras, constante, invariablemente por cuantos milenios han borrado las huellas del hombre, sus rastros, su trajinar, algún día vencerá remite en su mente, su persistencia, su mecánica, su vaivén inexplorable, nos borrará de la existencia, de la faz, del recuerdo de este planeta ya habitado por tantas e inconclusas civilizaciones.

Omite su instancia, omite su fisonomía, omite su respiro, delante al viento que desmorona en pequeños pizcas, infinitos e invisibles diminutas partículas que se disipan en el universo, para no juntarse más como nube cósmica, como luz tenue, como brillo de ocaso, remargina los opuestos y sentencia la contradicción de ser dentro de la interrogante recoge la nada, desde el enorme vacio que le embarga, esta inmóvil delante la sucesión de sí mismo...

¿Cuando cuesta formar una estrella? ¿Aumentar una galaxia? ¿Desvanecerse dentro del cosmos? Mientras agota las pautas del devenir, presencia en ausencia que las formas manifiestan los símbolos.

La cuesta tiene las piedras lisas, horma del caminar de muchos adelantos, piedras coniformes, piedras arriscas que impedían el caminar continuo, hasta que el hombre las domestico y de dentro de ella aferro la imagen, conquisto el ángulo, predijo la bisectriz, indujo el plano abierto aun el Isósceles, les arranco el alma petrificada, en que el espíritu, las envolvía para rendirlas inmortales e incorruptibles.

Mientras el agua cristalina baja de los montes, coronados con eternas nieves, su movimiento despierta a formaciones que la mano no retiene, escapa de ella de entre sus dedos en la angustia de no ser más libre, cae desde el alto de la cascada figurando imágenes de una danza inmortal en la que el estaño se regocija de su llegada. Mientras su caudal de finas burbujas se mece con el ondear del viento.

Abstraído se halla del murmullo de los hombres de su hablar vano, de los aconteceres que engendran una realidad, se evade, porque justamente no puede configurarse en esta realidad.


Por ello va con silencio en sí donde presagia nuevos augurios.
Con su mirada atónita que adelanta los hechos y devela el laberinto se repropone como hombre ausente de misterio.

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