jueves, 8 de octubre de 2009

Rimbaud

Rimbaud

Luego, algún tiempo después, retirado de la realidad existente, alejado de sí, irrumpió en una acción autónoma, que abarcó límites de futuro...
Iba viajando a las tierras del perenne sol, días de luz intensa, en que la piel se abrasa en una continuidad de ardores, de sentires divagantes, donde la razón no halla asidero.
Al llegar lanzó las amarras al muelle, que ondea el rio, y se quedo observando fijamente, el caudal de agua, que se internaba en esa impenetrable foresta, que le imponía automáticamente un limite a su visión…
Los sacos que contenían la mercancía se bajaban a hombro, se acumulaban los bultos, que pesaban merecidamente; así que al terminar la faena, se retiró a la choza, y se colgó en la hamaca, encendió la pipa, aspiro dando un jalón profundo dentro de sí, aquel humo que evocaba aroma y sabor de plantaciones tropicales, miró, pero su mirada iba mas allá de aquel recinto, más allá del espacio asignado, más allá del concepto formal, aun más allá de la común visión.
En si había una prosa que rondaba en su mente...
Un estigma que brillaba en su frente.
Una fuerza que encendía su nostalgia.
Un sentir que abarcaba todo su ser.

Se levantó con su propio peso a cuesta.
¿Cuanto Pesa un Universo Vacio?
Se dirigió al centro de la habitación.
En la mesa estaba el tintero, la pluma de garza blanca sobresalía, de aquel pomo que le servía de pedestal, dentro la tinta esperaba para exprimirse, un movimiento que desplaza la inercia mental. Entonces fue un hecho ajeno, distante, inmortal...

Dibujó sobre la superficie del pergamino unas iníciales, y así desbordó su sentir en la superficie, el intenso de su drama, lo profundo de aquel sentir, convertido en nostalgia por la distancia no correspondida...
¡Oh! Destino; tú que me has arrastrado lejos de aquellas miradas, en que viví la plenitud celestial; tú que me alejas de aquellas caricias que colmaron la propia soledad, tú que me anclas a estos parajes de selva vírgenes, donde son traídas mujeres encadenadas y sometidas a mi más cruentas pasiones, lujurias y deseos liberados en presencia.
Aquel rio que escore y no logra detenerse, aquella masa armónica, que desemboca entre escollos y embates de furiosas olas.
Sabes, cuando en mi arde perenemente aquella imagen de mujer, abandonada en aquellas frías tierras nórdicas, en la soledad del bosque donde en las noches el aullar del lobo, emitido desde la profundidad de la penumbra marca el confín de la razón.
Aun cuando en estas carnes de intenso color ébano, halló cobijo, aún cuando en sus pieles húmedas de fragancias y aceites de embriagantes olores, de sugestiva seducción y erotismo, donde mi razón desaparece para emerger en noches avanzadas con el respiro suspendido, en esta profunda oscuridad de tiempos y de olvidos, de acciones mágicas y cuerpos encarnados, donde se desvanecen sueños y arrogancias, donde el vivir es memoria y olvido, donde desaparece cada uno de mis deseos.
Como busque aquel rayo de luna, aquel claro de luz, aún me hallo sin hallarte, aún sin poder fijar tú imagen en mí conciencia, percibí por memoria aquellas palabras que llevo tatuada indeleblemente, como reliquia en mi piel de mil caminos bifurcados en mares infestados de piratas.
Son esas noches de intensos cantos, de un trillar de tambor, que se perpetua noches y días, donde las mujeres danzan arrebatadas en sortilegios evocando ritos milenarios, poseídas por espíritus, vagan en la jungla entre los arboles, como suspiro de de tierra, desde el profundo de la impenetrable selva, como aliento de pantera, hostigando a quien no quiere perder la razón, sí, la razón aquí no tiene sentido, porque esta es tierra de Vudú, donde fui condenado a permanecer; porque una vez fui tocado por tú mágico encanto...
La noche calurosa, desde la impenetrable foresta, surgen rugidos de fieras al asecho, la luz de la lámpara palidecía, regresó a la hamaca, mientras la nave estaba siendo cargada con la mercancía; hombres y mujeres, que debían ser trasferido a otro continente.
El mañana traerá nuevas visiones, la luz del sol aclara las conjeturas de la noche, da forma y contorno a lo que eran sombras e incomprensión.
La nave zarpa con la alta marea, las amarras se retiraron, la proa indicó el rumbo, el navegante movió el timón, vadeando los escollos, luego en alta mar, las velas se izaron para navegar en contra de su destino, más allá del horizonte...
Cuando azul es este mar. Cuando azul es este cielo...
El pergamino culminado con las últimas gotas de tinta, entonces fue expedido a destino, con el viento que cubre la ruta del norte, mientras él seguía la ruta de los mares del sur...

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