jueves, 8 de octubre de 2009

Fuego Cruzado

Fuego Cruzado

Cuando amanece por los lados de Armenia el sol logra alcanza efectos en magistrales juegos de abalorios, las altas montañas, el profundo barranco que formó el arroyo, abren paréntesis, en su lecho arrastra piedras de diferentes dimensiones, piedras redondeadas.
Esas piedras en el lecho del río que trasporta el cauce, me da la impresión que Macondo existe un poco mas allá o en el mas allá, hacia el plano metafísico de estas tierras.
Las colinas están dibujadas sutilmente, se ven los matices del verde que los pequeños arbustos de plantas de café con sus frutos verde, amarillo, rojo, al lado dan las inmensas hojas de banano que se elevan a un verde claro, las estacas de yuca delgadas como empalizadas, las grandes hojas de ñame con formas acorazonadas, sentires que emana esta vegetación.
De esa manera se levanta el sol, en los altos de los cielos, acompañado del eco de las campanas, ritual que se repite desde antaño, la vida a paso de hombre.
Jairo se levanta con los primeros cantos del gallo, que entremezclado junto al canto de los pájaros confirman el amanecer.
Baja a la quebrada, el agua cristalina, baja desde lo alto, dando saltos o rodeando las piedras, de piedra en piedra, moldeando sus formas arredondeadas.
Toma el agua y se la estruja en su cara, agachado para acercarse más y compensar el declive,
Doña Josefina, amasa la arepa, dándole forma con ágiles movimientos, su hija aviva el fuego, la leña arde lentamente, lentamente como es todo en la vida del campesino que habita en estas tierras, en las laderas andinas.
Lo pausado de la existencia hace del entorno un conjunto de vivencias que reposan en lo ancestral. Muy de mañana, el hombre toma su funda con el machete, se lo ajusta a la cintura, después marcha hacia sus sembradíos, sube a sus dominios de tierra labrada a mano, tierra que da su fruto por la constancia de las generaciones, todas aquellas generaciones que por cinco siglos han encontraron sustento en estas comarcas.
Ya en lo alto voltea hacia atrás, el paisaje lo reconforta, también el camino de lo ya andado.
Desde lejos ve su choza, hecha de bahareque, caña brava y barro, alberga su familia, una columna de humo señala que el fogón esta encendido aun, su familia tiene que comer, así cumple con su condición de proletario, tercia la chicora (pico) sobre el hombro y entra en el corte que destino a la yuca, remueve la tierra, libera los surcos que llevara el agua a las plantas, él es ajeno al precio del mercado, trabaja con formas arcaicas como legado del antaño, en una economía propia como sustento y autogestión.
Un hombre puede ser pleno, con lo que logra construir con sus manos.
El hombre que enmarcó su existencia en el principio del Edén.
Un hombre es satisfecho de su esfuerzo, porque el logro propio es el beneficio deseado.
Un hombre que se hace la señal de la cruz, antes de dar la primera zarpada a la tierra, posee una tradición cristiana que lo hace sentir completo delante la vida.
Un hombre que vive de lo que produce, dentro la autosuficiencia que da a su fuerza trabajo es capaz de dar, y produce pero a compás de hombre, al ritmo de crecimiento adecuado al equilibrio natural.
Dentro del ritmo económico de las sociedades agrarias, la tierra, la familia, los animales que domesticó en el trascurso de los milenios; simplemente vive inmerso dentro del ecosistema.
Cuando el sol recalentó el suelo y la humedad de la tierra se hace sentir, llegan los hijos con el desayuno, se seca el sudor, toma el alimento y observa la ingenuidad de los pequeños, oye sus preguntas, entonces admite que él esta en lo justo, su recompensa es levantar, en el día a día a su prole.
El machete se alza y el brazo lo guía hacia el tronco del banano, un golpe certero y la planta se dobla como haciendo un inclino, una reverencia para donar su fruto, el racimo baja lentamente, mueve un poco el machete dentro la entrañas de la planta, lo extrae y corta el racimo, después corta por completo la planta, debajo de ella crecen dos plantas, trasplanta una, y trasporta el racimo a la vereda juntos a los otros racimos frutos de plantas, frutos de su trabajo, fruto del esfuerzo, hombre digno de sí, honesto como el fruto que extrae de la tierra, como el agua cristalina que baja de las cumbres, como el amanecer limpio sobre las cúspides andinas.
La faena llega a su fin, carga el burro, Jaimito, su hijo pide de ser llevado al lomo del animal; “El que extrae el fruto de la tierra, su razón la extrae de la cognición propia, recapacita no es correcto que alguien haga el trabajo que es propio.
¿Para que tienes piernas, nos es para caminar?
El niño baja la mirada hacia la tierra.
Pero es solo un niño; él también fue al lomo de animales, muy bien tendrá tiempo para aprender, pero es tácito de su aprender; que cada quién debe andar por su propio esfuerzo.
El hombre desciende lentamente, vive lentamente, trabaja lentamente, a paso de hombre, simplemente al ritmo de una sociedad que produce en formas y circunstancia que adornan un marco de vida ideal, sin máxima explotación ni de la fuerza trabajo ni de los recursos naturales que están a su alcance.

El hombre inmerso en su utopía; Trabajo que da pan, tierra y familia.

Cuando el sol se retira, la familia esta reunida en la cabaña junto al fogón y de las voces de los más ancianos se hila historias centenarias, anécdotas que despiertan el interés de los chiquillos.
Dentro de su ferviente imaginación pregunta al padre: “¿Es verdad paito?”
El hombre afirma, con un movimiento de cabeza, mientras amuela el filo del machete.
Fuera de la choza, la oscuridad crea extrañas figuras en juegos de sombra, del fogón se levantan estrellitas al explotar un madero, un relámpago ilumina la noche, desde la lejanía.
Él se asoma, escudriña el cielo, lo ve despejado, la lluvia esta lejos, son avisos de tormenta lejana.
Las hamacas se llenan de cuerpos, el peso hace que el mecate chille, el día cierra sus ojos ajeno al futuro.
Esa mañana extrañamente los gallos no cantaron.
Esa mañana el riachuelo tenía el agua tibia.
El hombre lavo su cara, pero era de espalda cuando el agua se tiño de roja.
Esa mañana los truenos que marcan la lejanía en el horizonte eran de ráfagas, venían desde dentro la montaña, la parte no cultivada, la que se reserva a las generaciones futuras, desde adentro de la foresta, el hombre en si sabe lo que significa, pero se mueve en la inercia del designo, en el surco donde navegan los acontecimientos impropios.
Esta mañana marcha hacia los cultivos, como siempre la chicora la lleva al hombro, la otra mano se apoya sobre el machete.
El tiroteo no se calma en toda la mañana, él avanza con la preocupación vital, la supervivencia de su familia, los razonamiento se encruzaban en su mente;
“Sí es la guerrilla se llevaran parte del cultivo, algunos animales, los hijos están pequeños no los forzaran a la lucha armada.”
“Sí son los paramilitares, le pedirán donativos, preguntaran sobre las actividades de los subversivos, lo llevaran al comando para ser interrogado, días de faena perdidas.
Los niños como de costumbre llegan con el desayuno, el tiempo pasó más rápido, hoy no se dio cuenta, que la mañana junto al mañana, término.
-¡No es buena cosa que hayan salido de casa con ese tiroteo!
-¿Por qué, aquí no estamos a salvo con usted paito?
-Sí.
¿Pero piensa donde se puede estar a salvo de la guerra de guerrilla?
-¡Miren un pájaro gigante!
Cuando el hombre se voltea hacia el alto de los cielos, su mirada impacta contra la luz del sol, están llegando los helicópteros.
Los militares saltan a tierra e imperiosamente los obligan a marcharse.
-¡Deben irse! aquí hay una operación militar en marcha contra la guerrilla de gran proporción y llevara meses, no queremos que sobre ustedes caiga el fuego cruzado.
El hombre piensa en la cosecha, en las 5 hectáreas de café que hay que recoger, pero nada puede delante del avance destructor del ser humano, del hombre entrenado para destruir el trabajo ajeno, los que son ajenos al trabajo a la producción, que no valoran lo que se levantó en el mucho madrugar y a la constancia del hombre de trabajo.
Luego lo poco que pueden cargar, en sus hombros, pesa amargamente sobre la espalda de toda la familia.
La choza con sus paredes de tierra, su esqueleto de caña, sus gallinas y el gallo, quedan encima de la colina, en los altos de las montes andinos, bajo el desamparo de hombres y su prepotencia de armamento militar y su anhelo de destrucción.
Mientras bajan por las veredas y caños polvorientos se suman mas familias, entre sus miradas hay un cruce de amargura, un designo de la maldad humana.
Mientras hacia arriba salen hombres armados; paramilitares y otros engendros de la guerra.
Jairo solo ve fusiles, dedujo fusiles en cambio de arados.
Razona de forma práctica, como ha sido su vivir.
¿Cuando valen esas herramientas de destrucción? Más que toda su parcela. Que el trabajo de varias generaciones.
-¡Apúrense desplazados!
La palabra quedó vagando en el ambiente, entre las plantas, entre la angustia de no volver al terruño.
Entonces entendieron su nueva condición.

DESPLAZADOS

Una condición que pesa sobre la conciencia social de una nación.
Una nación que opera en el genocidio de la propia gente.
Una nación que clama por cambios y en cambio recibe plomo.
Es miércoles de ceniza, en las iglesias se unge la cruz de ceniza en las calles. La gente va con el símbolo en la frente; otra marca pero llevan los que son victima del fuego cruzado, desplazados sin pan, sin tierra, exiliados dentro de la propia patria que crea las condiciones de su propia tragedia.
Mientras dentro la iglesia en fila se avanza para ser impuesto de este símbolo dela Cristiandad donde se reflejan identidad y tradición.
El cura por los altoparlante llama a la colaboración, grita a la solidariedad para ayudar a los desplazados, reflexiono en primer momento;”Estos cura siempre a pedir plata están”.
-¡¡¡Ayudad a los desplazados!!!
-Den su colaboración para los ¡¡¡desplazados!!!
-Dejen sus monedas en las ofrendas para los desplazados.
Quién es ajeno al drama, no sabe la profundidad de esta catástrofe humanitaria, que convierte al honesto trabajador en un desechable, un mendigo.
Ayer secándose su sudor de trabajo, hoy deambula errante por ciudades y pueblos.
En la calle 17 de Pereira sentados en la acera se encuentra la familia.
Cuando Jairo, Manuel o tantos anónimos estiran la mano para pedir ayuda, se ven en sus manos los callos; es un hombre de trabajo me digo, lo reconozco, doy doscientos pesos, después me afecta a la conciencia y regreso con dos mil pesos.
No es limosna reflexiono, es retribución por haber comprado siempre su fruto de trabajo a bajo precio, una caja de ahorro de conciencia colectiva.
Hoy el hombre no lleva mas el machete a la cintura, no tiene techo que lo abrigue, vive en las acera de un centro de ciudad, no tiene mas tierra, solo la mirada ingenua y a veces llena de vergüenza al ser desposeído de su medio de producción, sin luchar.
Vagaran en lo urbano sobre el cemento, exilio de la propia tierra, expropiado de sus recursos de producción.
Otro pueblo sin tierra.
Otro pueblo sin doliente.
Otro pueblo que formará los cinturones de marginalidad de las grandes urbes; para engrosar las masas desposeídas de Latinoamérica.
Por una guerra contrarrevolucionaria que causa males a quien de aspiraciones tenia justamente lo que tenia; familia, tierra y pan.
Contra todos esos pseudos revolucionarios que se alzan en nombre de un pueblo que no le ha pedido engendrar el odio social, guerra entre hermanos, doctrina

Cubana-Castrista cuando mal han hecho a nuestra tierra, en vez de elevar al militante a conciencia de clase han desparramado odio de clase, creando las brechas que dividen pueblos y se enriquecen los abusadores que forman los paramilitares como brazo armado de las oligarquías...

Nota 1.
No se puede apoyar ciertas formas que lo único que han hecho es generar guerra entre hermanos.
Se Debería por lo menos aceptar que es causa de incitación a la guerra social.

Nota 2.
El escritor de este escrito es declarado abiertamente Antiautoritarista.
Porque la causa de los pueblos es la no interferencia, en los asuntos internos de un país a menos que el pueblo lo pida.
Este ensayo se limita a la lectura solo a aquellos que pertenecen a la resistencia contra el autoritarismo, declarándolo como Ofensa a los pueblos…
A quién no tiene una posición política aún…

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