jueves, 8 de octubre de 2009

Por los lados de Caracas

…Por los lados de Caracas…

Cuando amanece por los lados de la Roca Tarpeya, el aire es frió, y en Orden Social Caótico, más o menos lo que llaman Pobreza Extrema en Condición Terminal, es como si todo se confabulara para que estuviera en contra, de pasar un día normal.

Los tiroteos de la noche, dejan paso al caminar inseguro del madrugador trabajador, de la señora de edad, que se asoma hasta donde la dejan las rejas de su casa, no logra ver más que el sendero de sangre dejado por algún muchacho que se retiraba mal herido, logra ver tres pitillos de bazuco abandonados, junto con la tela empañada de sangre.

Luego ve subir al Chispita y se percina, se vuelve a ambos lados de la habitación visiblemente nerviosa, donde poderse ocultar, y a la vez donde ir a contar la nueva inédita de los chismes del vecindario.

-Caray es el mismito diablo, ¿Pero como pudo sobrevivir a las peores cárcel del mundo? Ir allá es un viaje sin regreso, solo el diablo es capaz de regresar de la antesala del infierno.

El hombre estrictamente flaco, caminaba con una visión sin futuro, a un lugar remoto distante en alguna parte de su olvido.
Miraba y no veía, pero quien se cruzaba con su mirada, sabia de cierto donde estaba el destino, una mirada que carecía de brillo de ese aliento de divino que el señor, entrega a todos los seres en el umbral de la vida.

Al llegar a la cúspide del cerro, no se siente un escalador, el no es un alpinista, sino un marginal, todos sus esfuerzos en la vida no marcan record mundiales, ni nacionales, ni regionales, sino desavenencia oculta de un presente inexistente.

Desde lo alto del cerro no es bella vista, o una panorámica turística, sino el vía crusis del que no tiene nada que perder, ni mide ganancia en su acción.

Se quita la franela y el dorso desnudo brilla al sol, tiene una variada piel, que en los duros momentos es negra, parda cuando baja el cerro, morena cuando se encuentra a los pana, blanca según la ocasión si encuentran la policía, es blanco tan blanco que practica el arte de la invisibilidad.

Su piel es cuero endurecido por el plan y las vejaciones que ha sufrido en todos sus años de cana.
Es cuero donde las marcas del plan, son tatuajes que engendran todas las ausencias de políticas sociales del estado abusador.

Luego inician a molestarle las puñaladas que el mismo pueblo le propicio en la guerras entre hermanos, se acomoda continuamente la bolsa que tiene pegada a la barriga para las obras grandes.

Cuando ve hacia atrás, toda su vida no le sale una lágrima, aprendió que es mejor hacer llorar a otros, en la práctica del sistema de violencia implícita.

Se pone la mano sobre la cicatriz de la izquierda y se acuerda del asalto al pabellón del Barrio Chino, una refriega por todo lo alto, le quedo impreso en la memoria, cuando el Chuito, alzó el machete y le abrió el vientre, como soltó su chuzo y con los brazos introdujo los intestinos dentro la barriga, horas donde el sufrimiento llego a niveles que sobrepaso el concepto de lo increíble, cocido sin anestesia, trasladado con un guardia (Yugo sobre el pueblo) que lo arrastraba por una pierna.


No hubo duelo, ni hubo tregua, la guerra sigue, el Estado es el enemigo.
Barrio arriba, donde solo llegan los buitres, se repite a si mismo.

Ve a los niños, jugar a la guerra y aguda ese sufrir de Hombre Estado, en que aprendió solo, vivió solo, se procuró el alimento solo, y en cada riña se defendió solo, aborrece por todo lo ante expuesto lo que se asemeja a autoridad.

Juegan los niños a la guerra, ajenos a su destino o en sintonía de lo que les espera, él, en la remota distancia de su niñez, en que la vida no es igual de larga para todos, hay quien a los 20 años le pesa ya como 100 años y a quien a los 50 años, están rozagantes como niños de 12 años.

Medita que hoy disparan pistolas de fantasía, como él, a los 6 años, a los 13 llevaba dos muertos, a los dieciséis explotó a un policía y lo buscaron como palito de Romeo, con orden de exterminio, se salvó porque se lanzó al río Guaire, herido de bala.

A los 13, recuerda que su mirada era desafiante a los aparatos de represión, al estado, al imperio, más allá al universo entero. Hoy se ve cabizbajo como si la misma mirada le pesara, el castigo ha sido ilimitado, noche enteras parado a la intemperie recibiendo palizas de grandes ligas.

No mira, es sagaz porque ejecuta en la primera de cambio, en el termino de la distancia, no cruza palabras, su limitado léxico es conscripto a la parada (Invitación a pelear) el golpe definitivo, para que hablar, todos saben lo que esta bien y lo que esta mal, el que rompe el limite busca pelea, el que busca encuentra.

En la punta de la roca, donde está sentado, él, es concepto y síntesis de todo el caos social que le toco vivir, cierto es que no le duele la muerte y que no añora la vida, no la desea, él, no tiene tiempo, ni un espacio donde recostar su humanidad, ni anhelos,

Es hombre vivencia,
Es hombre restringido,
Es hombre que no se da abasto en una sola existencia, para drenar la maldad que le toco presidir.

Luego se ve el brazo, una profunda cicatriz que le deformó, en los pasillos oscuros y tenebrosos de la cárcel de la planta como antesala al reino de Belcebú, le pegó a traición Corotico, que hoy ya no existe.

Cada ser que expira entre estos antros de maldad, con él, se lleva condensada la perversidad en su fase pura, así avanza con una cognición ampliada, buscando el porque, la razón a todo lo sucedido en su existencia.

El sol ya reina en lo alto, cuando el malandreó inicia a salir, llegan fumando el chire (Bazuco) traen los ojos desorbitados, son seres que aparentan vivir como miembros de tribus nómadas apareciendo de un traspasado remoto.

Chispita los ve acercarse, se saludan como si nunca hubieran estado ausentes todos estos años, ellos se han encontrado en las diferentes cárceles que les tocó transitar, donde lucharon contra el enemigo, en las filas del ejercito parroquiano su identificación de pertenecer.

Una cosa es tácita, nadie quiere recordar los momentos de prisión, la orden es no darle vida a esos momentos, tratando de ahuyentar lo que es inevitable. Vacilar este presente, no más.

El armamento lo guardan en una lata de manteca, “Manteca Diana” siempre le pareció graciosa la niñita dibujada en la lata, con el vestido verde y de bolitas blancas; algo ingenuo en el presentimiento de una niñez que no vivió.

El barrio se va animando, mientras los motorizados bajan a rebuscarse a la city, las mujeres con sus quejas, los escolares con sus bultos cargados de literatura, que les dibujan realidades alejadas de su medio ambiente.

El viejo que vive mendigando, todos esos componentes son de explosión social, lo vive de pueblo periférico, dentro de las urbes en referencia de todas las urbes de Latinoamérica, ellos en su diario, viven ajenos a los procesos sociales incluyentes, viven ajenos a lo que se gestiona dentro de ellos mismos.
Pasa Magoo, saluda y sigue su sendero, pero a cierto punto se regresa, acercándose al grupo, se refleja a si mismo dentro de su rescate que a cierto punto es prohibido.

-¡Buen día, Cristo vive!
-¡Sí, gloria a Dios pastor!

El saludo es de deber, dentro del marco inconstitucional que vive la comuna en estado forajido, hay un preámbulo de predicación que los convertidos al cristianismo, han sentido como propios en los ángulos más tenebrosos de la geografía patria, en los calabozos de castigo donde el sufrimiento infligido sobrepasaba ampliamente el delito, tenían en arraigo solo las escritura que los predicadores llevaban de buen pastor, un aliento de vida casi en limite de la existencia.

-Hermanos la salvación es únicamente en aceptar a Cristo.

Tan facilito pensó él,
-Magoo, la charla está bien, pero sucede que en estas tinieblas no creo que el mismo DIOS entre.
- Chispita, lo que no es posible, para los hombres es posible para DIOS.
-Sta, bien pues de fantástico y todo.

El predicador, seguía emanando versos y citas Bíblicas de su precaria dialéctica suburbana, mientras ellos inmerso en su rutina, preparaban los pitillos de Bazuco, cocinaban la coca para hacerla piedra, encendían un pito de marihuana con chirre, el olor a amoniaco se dispersaba hacia el alto de los cielos.
El pastor no se inmutaba, el mismo había pertenecido al gremio, sabe a ciencia cierta que es solo una prueba, por eso el malandraje lo acepta y lo respecta.
Luego se marcha.
El Chispita lo despide y le dice:
-¡Gloria a DIOS! hermano.
El se voltea, y se siente satisfecho, sabe que aunque parezca lo contrario, un rayo de luz, hoy penetro las tinieblas.

Baja con su Biblia en mano, con camisa manca corta y una corbata azul, con un vestir que lo llaman pinta, estrictamente proletaria, él, con la certeza y la convicción que se puede redimir a la humanidad.

La dinámica del pueblo está ausente de coherencia, cuando los motorizados empiezan a llegar con el botín expropiado a la confianza publica, brazaletes, cadenas, zarcillos, lentes, carteras, empieza el ajetreo, llega el ron, la música se le da más volumen, llegan las Checheres.

Las mujeres, piden real para comprar azúcar y leche, para los nuevos llegados aun pegados de la teta vacía del erario publico, ellas son niñas madres, ellos son padres ausentes, privados de todo modelo positivista.

Se vive en ambiente de escritura costumbrista, se describe el declino humano y a la vez a las fuerzas emergentes encimadas en lo que la misma gente hace.

Una ráfaga de plomo al aire, de los Pantaneros (Policía motorizada) disuelven la manifestación, la gente corre, los motorizados ensillan las motos y se lanzan cerro abajo, entre estrechos callejones, atropellan a un niño, de una bala perdida que atraviesa el rojo bloque sin frisar, muere una niña, de nuevo el barrio está en luto, mueren pequeños e inocentes. Él piensa, que es mejor de esa manera, para no vivir todo lo atroz que les espera, de allí deduce que la muerte no es un castigo es una liberación.

Cuando el sol declina, allá por lados de occidente, el cielo se colorea en naranja con matices violetas, como cuento de hadas, la city empieza a centellear en mil luces, desde lo alto de la roca, él, presiente que un mundo mejor es posible.

Luego duerme acurrucado sobre cartón, en cualquier rincón sobre piso de tierra, duerme el sueño utópico de las clases emergentes.

Encaramado en su cerro, allá por los lados de Caracas.

La capital de un rico país, pobre.

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