jueves, 8 de octubre de 2009

Visualización

Visualización

De los días que viví entre los riscos andinos, rodeado de las altas montañas, coronados de niebla como el Monte Olimpo, de nevados eternos, allá donde tú figura se desvanece en la inmensidad del azul cielo.
Elevadas cumbres, que hacen de mí sentir una vocación especial hacia ti, un deleite del vivir en la aurora, en el destello primo, donde nace el sol, se asoma sobre las heladas vetas para entregarnos sus rayos, su calor mientras la piel se despierta del frio helado, tú visión de ninfa la veo entre sueños, con los últimos albores de mí ensueño.
Volver a ti, descendiendo desde el austero paramo a la luxuberante vegetación, arboles majestuosos que sus ramas cobijan extensas flora, flores de colores maravillosos, hojas de verde intenso, aves multicolores de cantos estupefacientes, que me proyectan a aquel Edén en el principio de la era.
En el amparo de tú refugio, cuando las lluvias intensas inundan la foresta para convertirse en tormentas, en el que me sumerjo entre cristalinas cataratas, navegando por caudalosos ríos, impactado por tu encanto de naturaleza virgen.
El claro de luna, ilumina la impenetrable selva donde centellante entreveo tu sonrisa en la lejanía, admirando su luz en el alto de los cielos, de blanco plateado que en las noches de plenilunio se siente el verter de las formas atávicas en la que mi ser y el tuyo vuelven a ser uno.

Como el viento que traspasa la vegetación recreando el bosque, correteando danzas imaginarias, como péndulos del espacio sideral, sonidos agudos voces melodiosas susurran en mis oídos. Donde esplendidas orquídeas se abren a la vista del pasante, reflejo de tú amor purpura, reflejo del inesperado suspiro al borde del clímax.
Sí son vivencia al extremo norte, donde mi sentir me dice que es tú alcoba, en el susurro del pájaro avizor que de ellas emergen cintillas y escarchas de renovada poesías, duendes, gnomos, hadas madrinas resplandecen en el profundo del árbol centenario que ha guardado todas esas fantasía para revertirlas en nosotros,
Con el lento imperceptible movimiento de la pereza, traslado sobre de ti mis manos sedientes de tú piel, deslizándome como una boa en el acecho de tú querer, formas dormidas instintos naturales presencias básicas de lo que la naturaleza otorga en mi devenir que vaga continuamente hacia ti.

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